26 de octubre de 2012

Aprende a poner limites...



Muchas veces la palabra “límite”, cuando la utilizamos de manera personal, tiene dos acepciones:
La primera, vinculada a la tarea de establecer un espacio, un lugar, una barrera que separa mi vida privada de las demás. La segunda muestra significado como frontera.
 
Colocar, poner límites de alguna manera es la suma de las dos acepciones anteriores: una combinación de darme a mi mism@ un lugar y la de establecer desde ahí una relación con los demás… lea bien, desde mi espacio… sin invadir el espacio del otro… o aceptar la invitación del otro para entrar en su terreno…. Repito… desde mi lugar, desde mi espacio, establezco una relación con los demás…

Por supuesto que aquí entra en juego lo que es nuestra autoestima… pues desde este punto de vista, los límites son necesarios para sentirme valios@, respetable, más cuando invado o me pierdo en los límites del otro, y mi respeto, el valor por mi mism@ desaparece.

Debo establecer los límites del espacio que ocupo: mis lugares privados: mi habitación, mi closet, mi mesita de noche, mi mesa de trabajo, mi correspondencia, mis bolsillos, mi cartera, mi cuenta de ahorros…

Y espacios “virtuales” que me pertenecen con carácter de exclusividad: mi vida, mi historia, mis emociones, mi ideología, mi religión, mi fe, mis planes, proyectos, mi familia. Son mis espacios y puedo compartirlos cuando yo quiera y con quien quiera.

El otr@ puede dar su opinión, preguntar, disentir, cuestionar, actuar en oposición, tomar diferentes decisiones. Mas, es mi responsabilidad hacerle saber que sólo podrá entrar en estos espacios cuando yo le autorice, hasta donde yo quiera, de la manera que yo le permita… porque son mis espacios.

Esta concepción de limites toma vital importancia cuando se trata de seres que amamos, especialmente de aquellos con quienes convivimos, con las personas que estamos muy involucrados (entiéndase mi madre y/o pareja), los que constantemente intentan violar mis límites, muchas veces sin darse cuenta, otras concientes de lo que hacen, creyéndose que es “por mi bien”.

Hay personas que para poner límites, gritan, son agresivos, deben ponerse de mal humor. No han aprendido a ser amables, corteses y hasta agradecidos al momento de poner un límite.

Las personas que ponen límites gritando, son las que aguantan, aguantan, aguantan y un día, ya no aguantan más, entonces pelean, gritan, insultan. Verdaderamente creen que no tienen ningún derecho a poner límites, y cuando lo ponen, gritan e insultan para convencer a otros de lo que ell@s mismas no están convencid@s.
 
No hay nada más parecido al amor que el respeto mutuo por nuestros espacios personales.

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